Johnny Aquino, el ‘mariscal’ de la educación vial

El agente de tránsito más famoso y antiguo dedica sus últimos años activos a capacitar y compartir con los nuevos agentes sus 36 años en el oficio. Viene de la vieja escuela, sol y agua, pocos semáforos y un estilo propio que incluía señales robotizadas con sus brazos, uniforme impecable -corbata y zapatos Florsheim- y algo más importante que nadie hacía en ese entonces: Darle preferencia al peatón. Así saltó a la fama en San Pedro Sula. Sugiere que la entrevista sea acompañada de una demostración de campo para recordar sus viejos tiempos. Por eso, nos trasladamos al cruce del City Mall. “Abróchese el cinturón si no quiere una esquela”, me advierte seguido de una carcajada amigable que la va a repetir en esta charla. A los pocos minutos de estar en el punto, sucede algo inusual: El tráfico se detiene porque tanto conductores como peatones frenan su marcha afanados por verlo, tomarle fotos y videos en acción. Se nota que él lo disfruta. “Sigo enamorado de lo que hago”, me confirma de regreso al plantel.

¿Lo sigue motivando seguir en la institución?
Me gusta servir a los ciudadanos y este es el mejor lugar para hacerlo. La ducación es la principal arma del ciudadano, pero todo eso se ha perdido en los hogares.

¿Cuándo ingresó a la Policía de Tránsito?
Comencé en 1988 en SPS, entonces, la Policía pertenecía a las Fuerzas Armadas.

¿Lo reclutaron?
No, me presenté voluntariamente a los 15 años. Un primo mío era cocinero de la Fuerza Aérea y un abuelo político llegó a ser cocinero personal del general Walter López Reyes, por medio de ellos entré.

¿Quién le enseñó a dar vía de esa manera?
Es un don de Dios, (suelta una carcajada). En mi caso, desde un principio le di la preferencia a los peatones, hasta entonces, la prioridad la tenían los carros.

¿Usaba esquelas?
Estuve tres meses orientando a los conductores, platicando con ellos, dirigiéndome con buenos modales. Se corrió la voz entre los conductores y los ciudadanos y yo ganaba credibilidad. Después de tres meses comencé a usar el talonario de esquela.

Su vestimenta fue otro de los atractivos, ¿le dijeron algo por eso?
Claro, fui critacado, ‘negro igualado’, me decían, pero eso es normal. En Tegucigalpa pensaban que era policía panameño o de New York (suelta otra carcajada).

¿Y los compañeros?
Fue difícil porque yo usaba corbata, lentes y zapatos Florhsheim. En ese tiempo, el que andaba pulido era el oficial. A mí solo me faltaba su pistola Browning porque nosotros usábamos 38.

¿Nunca se desanimó por las burlas?
No, es que yo siempre me he sentido orgulloso de mi labor y de la institución, aunque tenía que invertir para andar nítido.

También fue mariscal de la Feria Juniana de SPS, ¿alguna anécdota?
Fíjese que lo interesante es que yo ya estaba como instructor en el centro policial de La Paz porque la cúpula de entonces me mandaron a ‘perder’ de SPS. Como era muy querido, yo caía mal, (vuelve a soltar otra carcajada). Esto es un testimonio, yo no sabía que lo que estaba haciendo por los demás se podía ver malo por otros. Pienso que yo levantaba el perfil de la institución, pero otros no lo miraban así, caer mal por hacer las cosas bien es cultural en este país.

¿O lo discriminaban por ser negro?
No, fue envidia, ojo, normalmente se dice que los negros somos discriminados por ser negros, pero en este caso, fue por envidia, pienso yo.

¿Y ahora cómo lo tratan?
Esta cúpula de ahora reconoce mi labor, me dieron un reconocimiento y un ascenso.

Entre Tegucigalpa y San Pedro Sula, ¿dónde sintió más cariño?
En las dos ciudades, a Tegucigalpa llegué, según supe, porque unos empresarios pasaban diciendo ‘manden aquel negrito’ a la capital.

El agente de tránsito trabaja bajo el sol y agua, ¿era difícil esa rutina?
Es algo mental, el tráfico está bajo sol y agua, son cosas que no afectan cuando a uno le gusta lo que hace.

¿Cuántos compañeros quedan de su promoción?
De los que empezamos en 1998 solo quedan dos, pero no son policías de tránsito. Yo comencé como agente, cabo, sargento raso, segundo y primero, y ahora soy suboficial.

¿Nació en las comunidades garífunas?
Yo nací en La Lima, mi mamá es de Trujillo y se vino a trabajar a la compañía, ahí hice la primaria, viajaba en el Machangay y El Pasajero, estudié en la escuela de la bananera, Esteban Guardiola, y de ahí me fui a las filas militares.

¿Y su papá?
No tuve relación con él, fui un ‘tirito’ al aire, como dicen. Sé que es ciudadano americano. Mi mamá falleció en 2005. Los dos son negros.

¿Cuál cree que es el principal problema del tráfico vial en la capital?
El problema es que el parque vehicular va creciendo y la ciudad, con todo respeto, no la diseñaron, es una montaña, un hoyo, entonces, cuando llueve es un caos. Además, el ciudadano no tiene educación vial, se necesita trabajar con ellos.

¿Le tiene confianza a los semáforos inteligentes?
Es que no son inteligentes, simplemente son progamados. Los semáforos no pueden reemplanzar al policía, que es quien tiene que dirigir y controlar el tráfico.

Pero se hacen más cola cuando un policía está dando vía, ¿lo ha notado?
A veces, porque el policía no tiene el conocimiento, por eso estamos intensificando la preparación de ellos, dándole prioridad a su autestima, andar bien vestido y tratar bien a la gente.

Y eso de pedir ‘mordidas’, ¿cómo lo maneja?
(Suelta una carcajada y se recuesta). No me andés preguntando eso. Eso no es iniciativa del policía, es el ciudadano el corruptor, pero también trabajamos esa parte, es un proceso.

¿A usted le ofrecieron?
Pocas veces, pero depende de uno y sus valores. Cuando uno es sociable y pone orden nadie le ofrece, hay tentaciones, pero siempre es mejor aplicar la ley. Siempre digo que portar el uniforme no es para cualquiera.

¿Es cierto que a los policías se les ponen cuotas de esquelas?
Eso no existe, lo que pasa que tenemos que poner orden y autoridad. Tenemos la mejor Policía del mundo, solo que aquí todos nos conocemos y todo mundo habla pidiendo favores y cuando no se les cumple, el policía es el malo.

¿Qué piensa de tantos buseros y taxistas abusivos?
Como le decía, no hay cultura vial, por eso estamos formando a los nuevos policías en tener la tolerancia suficiente.

¿Por qué se aplanzan tantos aspirantes en ese examen de conducir?
Porque no practican lo suficiente, aprenden a manejar un miércoles y quieren hacer el examen el lunes, tampoco conocen la ley a pesar que la andan en el celular, ese debe ser el principal machete del conductor y del peatón.

¿Sugiere alguna reforma en la ley de acuerdo a su experiencia?
Bueno, los superiores se encargan de proponer esas reformas, pero todo tiene que ver con reducir los accidentes, se debe intensificar la educación vial en las escuelas, por ahí debemos comenzar.

¿Conforme con su salario?
No me quejo, hay que saber administrar bien el dinero, mi madre me enseñó a arroparme hasta donde ajuste la cobija. Comencé ganando 200 lempiras.

¿Ha vuelto a La Lima?
Voy de vez en cuando, aunque ya no tengo familiares ahí.

¿Habla garífuna?
No, mis padres no me enseñaron y crecí entre ladinos.

¿Cuándo se retira?
Mire, tengo 36 años activos, pero solo Dios los sabe y ahora no me conviene porque la pensión sería poco a pesar de tantos años.

¿Quiso tener otra profesión?
No, ni futbolista.

¿Sabe manejar?
Claro, tengo un toyotilla Corolla 97, desde el 2007.

ÉL ES…
Johnny Rufino Aquino Moreira nació en La Lima en 1968. Hizo estudios priamarios en la Escuela Esteban Guardiola de esa ciudad. A los 15 años ingresó a la Fuerza Aérea Hondureña (FAH) y tras pedir la baja ingresó a la Policía en 1988. Por su trayectoria profesional fue distinguido por el Consejo Nacional Anticorrupción (CNA) y electo Mariscal de Feria Juniana de San Pedro Sula. Actualmente, tiene el rango de suboficial III y es instructor de Educación Vial de la Dirección de Tránsito en Tegucigalpa.

 

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