TODOS sabemos que la Navidad es una de las temporadas más bonitas de cada año, a pesar de los bemoles que pudieran presentarse en el trayecto. Incluso es una temporada, hay que aceptarlo con sentido de realismo, en que se mueve el circulante monetario por las calles, avenidas, peatonales, mercados y centros comerciales. Además es la época propicia de las conciliaciones familiares.
Pero hablando de los bemoles es preciso señalar que cuando más se mueve la gente por las calles y carreteras, más se experimenta el fenómeno de los congestionamientos viales, por varias razones y motivos. El primero de ellos es que la gente sale con sus vehículos con mayor frecuencia de lo acostumbrado a realizar sus transacciones, compras y visitas, hasta llegar a la parálisis del tráfico vial. Todo eso es más o menos comprensible.
Lo que resulta incomprensible es que se pongan, en Navidad, a pavimentar con asfalto las calles y carreteras circundantes de las más grandes ciudades del país. Lo más curioso, como parte del atraso espiritual y laboral, es que lo hacen precisamente en las llamadas “horas pico” o en pleno día, cuando lo correcto sería realizar tales trabajos de bacheo y pavimentación en altas horas de la noche y de la madrugada, con vigilancia policial, cuando ya han dejado de circular los automóviles y los carros de carga pesada.
Y es que una curiosidad se sobrepone a otra curiosidad. Se dan casos, para sólo traer un par de ejemplos, en que hace seis meses aproximados pavimentaron los carriles de una carretera que de Tegucigalpa conduce hacia Santa Lucía y Valle de Ángeles. Seis meses después están pavimentando otra vez lo ya pavimentado, precisamente en periodo de Navidad. Lo hacen en pleno día y en las mencionadas “horas pico”. Una persona, para desplazarse a su trabajo en horas de la mañana se tarda hasta dos horas y media de viaje, cuando lo normal han sido cincuenta minutos, con un máximo de una hora. ¿Por qué repavimentan con asfalto lo ya pavimentado? Dejamos la respuesta a los posibles lectores, con un abanico de conjeturas.
El otro ejemplo, más grave aún que el anterior, ha sido la pavimentación de la carretera que conduce de Tegucigalpa hacia Danlí. Los que han experimentado el asfixiante viaje saben que de la capital hasta la Universidad de “El Zamorano” se han venido gastando hasta tres horas mínimo, no digamos el tiempo para llegar hasta Danlí y luego retornar. La pregunta del caso es por qué no se hizo, previamente, una carretera de tierra alterna con el fin de descongestionar una vía económica tan importante como la señalada.
En los países en que se ha dado un paso hacia el desarrollo siempre existen carreteras paralelas alternas ya sea para descongestionar el tráfico de la vía principal o para facilitar el turismo de aquellos que desean viajar despacio y disfrutar de los paisajes. Que quede constancia, que las carreteras paralelas o alternas también están pavimentadas.
No queremos forzar las situaciones al compararnos con los países desarrollados; pero por algo se debe comenzar. Lo primero es realizar los trabajos de pavimentación en la medianoche y nunca en el curso de las jornadas laborales. Ahora mismo los vecinos de los “pueblos encantados” están sufriendo una parálisis navideña por el sólo capricho de pavimentar lo ya pavimentado, con todos sus nuevos baches “inevitables”. No es cuestión de la mala práctica de una sola alcaldía; es más bien un viejo resabio de muchos decenios paralizantes en Honduras, quizás por no pagarles horas extras a los trabajadores.