SOBRE esos valores intangibles, que sociedades materialistas, al fragor de apuros irrelevantes de su cotidiana vida rutinaria, ven de menos, por algún inusitado milagro cristiano, parecieran aflorar, en esta época navideña, ninguna obra como “El Principito” de Antoine de Saint-Exupéry recoge las cualidades impalpables del amor, la amistad, la responsabilidad, la empatía y la autenticidad: Sobre la amistad y el cuidado mutuo: “Eres responsable para siempre de lo que has domesticado”. “Si tú me domesticas, tendremos necesidad el uno del otro. Serás para mí único en el mundo. Yo seré para ti único en el mundo”. “Fue el tiempo que pasaste con tu rosa lo que la hizo tan importante”. El amor y los vínculos: “Es mucho más difícil juzgarse a sí mismo que juzgar a los demás. Si logras juzgarte bien, eres un verdadero sabio”. Los valores intangibles: “No se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos”.
Autenticidad y la individualidad: “Todas las personas mayores fueron niños alguna vez, pero pocas lo recuerdan”. “Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, desde las tres empezaré a ser feliz”. El significado de la vida: “Lo que hace bello al desierto es que en alguna parte esconde un pozo”. “Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Compran cosas hechas en las tiendas. Pero como no hay tiendas de amigos, los hombres ya no tienen amigos”. Curiosidad y el aprendizaje: “Caminar en línea recta no puede llevarte muy lejos”. “Solo los niños saben lo que buscan. Pierden el tiempo con una muñeca de trapo, y ella se vuelve muy importante, y si se la quitan, lloran”. La verdadera riqueza: “Es inútil que veas el rebaño de estrellas. Si no eres feliz en una sola, tampoco lo serás entre un millón”. Sentido del sacrificio y la responsabilidad: “Hay que exigir a cada uno lo que cada uno puede dar”. “Es tan misterioso el país de las lágrimas”. La imaginación y la infancia: “Cuando el misterio es demasiado impresionante, no es posible desobedecer”. “Las personas mayores nunca comprenden nada por sí solas, y es agotador para los niños tener que explicarles siempre las cosas”. La esencia de las cosas: “Mi flor es efímera –se dijo El Principito– y no tiene más que cuatro espinas para defenderse del mundo. ¡Y yo la he dejado completamente sola!”. Significado de las relaciones: “Tendré que soportar dos o tres orugas si quiero conocer las mariposas”. “Es una locura odiar a todas las rosas porque una te pinchó. Renunciar a todos tus sueños porque uno de ellos no se cumplió”.
(Aunque hay tristeza –entra el Sisimite– en muchas reflexiones, son gotas de profunda enseñanza: “Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, desde las tres empezaré a ser feliz. Pero si vienes a cualquier hora, nunca sabré a qué hora preparar mi corazón…”. “Me pregunto si las estrellas se iluminan con el fin de que algún día cada uno pueda encontrar la suya”. -O estas otras –medita Winston– sobre la soledad: “Estoy solo… estoy solo… estoy solo…”. El Principito repite estas palabras mientras viaja por los planetas, mostrando su sensación de aislamiento y su anhelo de compañía genuina. “Es triste olvidar a un amigo. No todos han tenido un amigo”. -O sobre el amor y el dolor –vuelve el Sisimite– “Si alguien ama a una flor de la que solo existe un ejemplar en millones y millones de estrellas, eso es suficiente para que sea feliz cuando la mira. Pero si la oveja se la come, será como si todas las estrellas se apagaran de golpe”. “Lloré porque soy feliz de que tú también estés feliz… pero también porque no volveré a verte”. -Sobre las despedidas –suspira Winston–inevitables: “Yo te miraré de reojo, y tú no dirás nada. La palabra es fuente de malentendidos. Pero, cada vez que te acerques, sentirás que mi corazón late más rápido”. “Cuando mires al cielo, por la noche, como yo habitaré en una de ellas, como yo reiré en una de ellas, entonces será para ti como si todas las estrellas rieran”. -La pérdida –interrumpe el Sisimite– y el aprendizaje: “Uno corre el riesgo de llorar un poco si se deja domesticar”. “Adiós –dijo el zorro–. He aquí mi secreto. Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos”. -Y sobre la muerte –concluye Winston– y la transformación: “Parecerá que estoy muerto, y no será verdad…”. Cuando el Principito trata de consolar al narrador antes de su partida definitiva, mostrándole que su esencia seguirá viva, aunque no lo pueda ver. “Tendré aire frío y moriré. Pero no importa. Es mi culpa por haber querido demasiado a mi flor”. El Principito acepta su sacrificio por el amor que siente hacia su rosa, una mezcla de tristeza y abnegación que conmueve profundamente).