ORIGINARIOS del Sur de África, los hombres y mujeres de nuestra especie comenzaron a migrar, hace decenas de miles de años, traspasando las fronteras de su propio continente, hasta llegar a Europa, Asia, Oceanía y por último se desplazaron hacia el continente americano, en el contexto de las últimas glaciaciones. Los desplazamientos de los primeros “amerindios” ocurrieron, desde el sudeste asiático, por el Estrecho de Bering hasta arribar a lo que hoy es Alaska. Se supone que aquella migración sucedió entre los diez mil y los veinte mil años antes de nuestra era.
Así que uno de los factores esenciales del ser humano es su condición de migrante, desde tiempos inmemoriales. Utilizamos el concepto de “migrante” en forma indeterminada porque los hombres han viajado, y lo siguen haciendo, en diversas direcciones, sin importar si los movimientos son hacia adentro o hacia afuera de un territorio. Por supuesto que el hombre posee, en un segundo momento, la condición de sedentario, que es cuando ocurre el cansancio extremo por el “eterno” peregrinaje y se detiene en un solo territorio con el objeto de poblarlo, y de producir y reproducir, ahí, o en donde sea, bienes materiales. Y es cuando aparecen los primeros emplazamientos urbanísticos llamados civilizaciones.
Las primeras civilizaciones de las que hasta este momento se tiene noticia surgieron en Jericó, Mesopotamia y Egipto, mediante la domesticación de plantas y animales que facilitaron la existencia en un solo lugar. Aparte de la agricultura y de la crianza de ganado los primeros hombres sedentarizados canalizaron los ríos, construyeron torres y pequeñas ciudades con el fin de protegerse de los animales salvajes y de otras tribus que merodeaban en las proximidades de aquellos emplazamientos urbanísticos. También inventaron las primeras contabilidades rudimentarias y crearon la escritura. Algunas comunidades lograron amalgamar los metales y fabricar instrumentos de trabajo como el arado y armas defensivas y ofensivas de bronce y de hierro, según las etapas históricas.
El invento más extraordinario de aquella lejana época es la escritura, ya fuera cuneiforme, jeroglífica o alfabética, incluyendo las matemáticas rudimentarias. Quizás aquello fue el invento más singular de todos los tiempos. Esto permitió llevar registros más o menos exactos de la producción de alimentos y del cuidado de las ovejas, carneros, vacas y bueyes, lo mismo que hacerse una idea aproximada del “sobrante” productivo que permitía comerciar o redistribuirlo hacia adentro de la sociedad. Pero lo más importante y trascendente de la escritura es que los hombres aprendieron a resguardar su memoria histórica, misma que ha permitido la reconstrucción minuciosa del pasado lejano y realizar proyecciones futuras.
En el continente americano la primera civilización claramente identificada fue la de “Caral”, en la parte centro-norte de Perú. Los investigadores arqueológicos han llegado a la conclusión preliminar que aquella civilización fue pacífica, lo que ha venido a cambiar un poco los paradigmas respecto de la condición violenta de los pioneros urbanos.
Cuando las ciudades crecieron y se poblaron comenzaron las nuevas migraciones. Así que se puede hablar con propiedad de las migraciones europeas modernas hacia el continente americano, que estaba poblado por indígenas. Los amerindios vendrían a ser los dueños originarios de las tierras americanas. Y en ausencia de ellos los mestizos descendientes de indios y europeos, cuyos espíritus, creemos, poseen lo mejor de ambas culturas.