Cocodrilos invaden la Costa de los Amates y El Cubulero (Parte 1)

Por: Eris Gallegos

EL CUBULERO, Alianza, Valle. Taffy Hernández vivió unas de sus mejores vacaciones de fin de año con una inusual experiencia: avistando cocodrilos en este famoso rincón del sur, golpeado fuertemente por las inundaciones en el invierno, que recién acaba de pasar.

La invasión de esa especie de depredadores en el sector, es parte de las secuelas del paso destructor del portentoso Cause Ercilia, que tiene preocupado a residentes y visitantes, ahora que las lluvias han cesado y los reptiles anidan en las pozas a lo largo y ancho de la cuenca del río Goascorán.

La presencia de los reptiles se ha extendido también en los esteros de la Bahía del Chismuyo, poniendo en riesgo la vida de cientos de pescadores que faenan a diario en el sector.

Taffy Hernández (primero del grupo) durante el avistamiento de cocodrilos en el sector de la Costa de los Amates.

Se han vuelto tan comunes que muchos de los visitantes, especialmente, de Estados Unidos, no se quieren perder la experiencia de verlos.

Para unos resulta fascinante ver de cerca, al natural, a esos peligrosos animales, como fue el caso de Taffy que no dudó en decir sí cuando sus primos y los tíos lo invitaron.

“No es lo mismo verlos en un zoológico de Dallas, a verlos de manera real”, dijo Hernández nacido y criado en esa ciudad texana, donde labora como máster en una compañía de logística.

Se armó de un pasamontaña, botas, sombrero y gafas solares, dispuesto a acercarse lo más posible a los depredadores y correr, que era lo más seguro, si las cosas se complicaban.

Hernández, quien vive en Dallas, Texas, posa para sus redes sociales en un sector de El Cubulero, durante sus vacaciones.

Adrenalina pura

A los 10 minutos estaba contemplando tres ejemplares que tomaban sol en uno de los playones a unos 40 metros del vado “sumergible”, la famosa infraestructura construida por el gobierno para “mitigar”, las crecidas del río.

Dos de los lagartos se sumergieron desafiantes, como en dirección al puente, al escuchar el ruido de la gente. Taffy y sus acompañantes, más otro grupo de gente que también andaba en lo mismo, comenzaron a inquietarse pensando que en cualquier momento los reptiles daban el salto mortal en la orilla.

La madre de Taffy, Neybia, que también se animó a ir al río, no miraba tanto a los animales como a su hijo. Sus primos, Brayan y Eduardo fueron más cautelosos.

Es muy común ver ejemplares como estos en las pozas del río Goascorán y los esteros de la bahía El Chismuyo.

El primero se quedó pegado a su novia, Mariela, y esta, a su vez, sujetada a su madre, Claudia, que también estaba pendiente de su sobrina Nicol y Neybia. Llegó un momento, a lo mejor por los nervios, que todos ellos armaron un grupo tan apretado y movedizo, que por ratos parecían que resbalaban al agua. Hubiese sido una tragedia, pero no pasó a más.

Los otros cocodrilos siguieron su siesta perezosa en el playón y uno de ellos también se sumergió, al rato. Media hora después y bajo un sol sofocante, el grupo se movió a otro sector con la advertencia de rótulos colocados recientemente por el gobierno advirtiendo que la zona es de cocodrilos.

Visto desde una toma de un dron, este cocodrilo busca comida bajo el agua en una de las pozas.

No es su hábitat

En realidad, este no es hábitat natural de los cocodrilos, no nacen ahí, los avistamientos naturales de la localidad son mansas palomas, pelícanos, aves carroñeras, conejos, serpientes y toda la riquísima biodiversidad marina de la bahía El Chismuyo, en el Golfo de Fonseca.

Los cocodrilos que ahora pululan en la zona han sido arrastrados por el río cuenca arriba, de otros departamentos, a saber cómo, a lo largo de esta década, iniciando un lento proceso de anidamiento y reproducción.

Los primeros avistamientos comenzaron como rumores, -que pocos creían y que ahora son virales en las redes sociales- hasta el ataque de dos niños, a mediados del año pasado, que lograron salvarse de milagro.

Por ahora, el vado “sumergible” permite el paso peatonal y vehicular hacia la Costa de los Amates.

Desde entonces, la vida de las comunidades ha dado otro giro y casi nadie se atreve a asomarse a la orilla del río, donde toda la vida lavaron ropa, llevaban a beber agua a su ganado y bañaban para sofocar el calor.

Solo los valientes y curiosos, como Taffy, sus primos y el reportero de este rotativo, que tampoco creía al principio, se exponen a semejante aventura o, mejor dicho, a una imprudencia temeraria.

Se tiene que tener muy buena adrenalina para estar frente a tres depredadores con semejantes características, hambrientos, y rodeado de serpientes venenosas, como una que apareció en el mismo recorrido.

Un sector de El Cubulero en una toma aérea con un dron.

Un nuevo problema

Muchos pobladores pasan aterrorizados porque se juegan la vida todos los días al cruzar la zona. Por eso, están comenzando a tomar sus propias precauciones, como no bajar al río o en todo caso matar a los ejemplares que se encuentren para evitar un ataque futuro.

A los dos días del primer recorrido, Taffy, convertido, ahora, en explorador, invitó a ir a ver a los réptiles a su primo Jeffry Rodríguez, que llegó de visita, después de Año Nuevo. Atraído por la curiosidad.

Rodríguez, un experto en informática y programación de un banco reconocido de la capital, aprovechó también para probar un dron, su nuevo juguete en estos tiempos de tecnología avanzada.

En tiempo de invierno, la Costa de los Amates queda incomunicada por la crecida del río Goascorán.

No hallaron los cocodrilos en el playón a pesar que el meridiano estaba en su punto exacto. Pero Rodríguez levantó su aparato y tras peinar la zona desde lo alto, tomando unos impresionantes videos y fotos de toda la aldea, posó la cámara al ras de la poza donde justamente estaba un cocodrilo.

El espectáculo no pudo ser mejor a lo que se mira en esos canales sobre la vida de animales salvajes: Ver nadar el reptil, bajo el agua, como danzando, buscando comida, relajado, empujándose con la larga cola y las patas.

Por un momento se percató de la sombra del dron y quiso ir por ella, pero el zumbido del aparato lo hizo abandonar la idea.

Los visitantes también se fueron de la zona tan pronto como dejaron de grabar, regresaron a casa, sudados, quemados por el sol ardiente, pero felices, con mucho contenido para sus redes sociales.

Unos visitantes cruzan el vado del Cauce Ercilia en el sector de la Costa de los Amates y El Cubulero.
Estos pobladores aprovechan para pescar en las pozas del río Goascorán con el peligro de ser atacados por los cocodrilos.
Los rótulos del gobierno advirtiendo la presencia de los depredadores.

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