Educación nutricional

Elvia Elizabeth Gómez García*

El 3 de febrero da inicio el nuevo año escolar, muchas escuelas del sector privado siguen el esquema de las escuelas públicas, por lo que las ciudades nuevamente verán un impacto significativo en temas de movilidad vial, el tráfico será más intenso y los tiempos de llegada a los trabajos y centros educativos se verán impactados también.

Pero dentro de todo este engranaje que nos hace alusión a períodos cíclicos de la vida cotidiana, en los cuales estamos programados para saber que en determinados meses todo se vuelve más intenso y que hay otros en los cuales podemos darnos “el lujo” de hacer una pausa. Pero las pausas duran muy poco y probablemente no nos hemos recuperado aún del trajín del 2024 y comenzamos el del nuevo año.

Acompañado de esas premuras y de esa falta de tiempo, se encuentra la salud, esa a la que no le prestamos mucha atención y que indiscutiblemente está ligada a los hábitos alimenticios que hemos ido adquiriendo a lo largo de nuestra vida.

En mi caso particular, por regla general, no se salía de casa sin antes desayunar, el desayuno es la comida más importante del día pues como su nombre lo indica, es el tiempo de comida que nos sustenta después de aproximadamente 12 horas sin ingesta de bocados. Incluso hay un dicho popular que plantea que “hay que desayunar como rey, almorzar como príncipe y cenar como mendigo”, haciendo alusión claro está a la forma en la cual debemos ingerir nuestros alimentos.

Sin embargo, con la modernidad y en el transcurso de los años, así como los estudiantes quieren un conocimiento instantáneo, de igual forma la alimentación ha pasado a ser en esos términos, tratando de ser lo más prácticos posibles a fin de no perder tiempo y poder llegar a tiempo a las escuelas o trabajos.

En un reportaje se menciona que de la década de los setenta a la fecha, los hábitos de consumo nutricional han cambiado significativamente y que se ha pasado de comprar un 65% de productos frescos para elaborar las comidas a un igual porcentaje de alimentos procesados y congelados, listos solo para descongelar, calentar y servir, lo anterior en detrimento de la salud pues la cantidad de preservantes artificiales y de componentes dañinos para la salud como las grasas saturadas, los colorantes y otros están impactando de manera negativa, haciendo que otra de las grandes industrias como lo es la salud privada se beneficien de los riesgos que conlleva una mala educación nutricional.

Conversando con mi pequeño hijo me comentaba que de su grado solo él llegaba desayunado a la escuela, el resto de sus compañeros llevan su comida para ingerirla en la hora del receso, si no llevan dinero para comprar en las cafeterías seleccionando las opciones de un menú bastante limitado y poco nutricional.

La formación de hábitos desde temprana edad es fundamental para el buen desarrollo cognitivo y de salud de nuestros hijos, si no somos capaces de asegurarnos que han ingerido un desayuno nutritivo y saludable, estaremos liando con adolescentes con condiciones de salud bastante complejas.

Garantizar que nuestros hijos obtengan los requerimientos nutricionales adecuados es nuestra responsabilidad, como padres y como instituciones educativas, si nos acercamos a una de sus cafeterías o glorietas nos encontraremos en la mayoría de los casos con estantes repletos de dulces con alto contenido en azúcares refinados y colorantes, churros poco saludables, excepcionalmente una fruta, pero irónicamente más cara que un churro. Es más barato tomarse un té frío o una gaseosa que un refresco natural. Es menos costoso llevarlos a las comidas rápidas que por todos los medios nos atiborran de su propaganda, pero que, si realmente reflexionáramos en sus componentes, nos daríamos cuenta de cómo afectan a la salud.

Educar a nuestros hijos en qué comer y en qué momento también es nuestra tarea y debe ser una prioridad en nuestras vidas para evitar tener generaciones con problemas crónicos de salud, comencemos en casa y veremos generaciones más saludables. Somos lo que comemos y, por ende, nuestros hijos también lo son. En las escuelas que puedan hacerlo, se vale replantearse lo que pueden ofrecerles a sus estudiantes y, no olvidemos que, en un país como el nuestro, es un privilegio contar con un plato de comida en la mesa.

*Profesora universitaria.

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