Tan linda Colombia y tan torpe Petro

Eduardo Enrique Fuentes Cálix*

El reciente enfrentamiento diplomático entre Colombia y Estados Unidos, originado por la decisión del presidente Gustavo Petro de bloquear vuelos con colombianos deportadas provenientes de Estados Unidos, es un claro ejemplo de cómo un gobierno improvisado puede llevar a su país a una crisis innecesaria. En lugar de enfocarse en los graves problemas internos que afectan a Colombia, Petro ha elegido embarcarse en un conflicto que no solo pone en peligro las relaciones con un socio crucial, sino que también demuestra una falta de coherencia y responsabilidad en su manejo de las relaciones internacionales.

Este hecho solo se justifica en la retórica desfasada de izquierda que carece de fundamento práctico, ya que la Convención de Viena sobre Relaciones Consulares de 1967 y la Carta de Naciones Unidas abordan temas cruciales de la política exterior como lo son la soberanía, independencia y autonomía que tienen los Estados para la toma de decisiones relacionadas con su política exterior y la potestad de permitir el ingreso o no a sus territorios de migrantes, al igual que, expulsar, deportar o inadmitir a extranjeros.

Este tipo de situaciones tiene poco que ver con la práctica diplomática y mucho menos con la realidad de los acuerdos internacionales. La diplomacia no se construye con gestos populistas (que ya no son populares) En política internacional no se improvisa. Esta tiene que ser ejercida con responsabilidad, pragmatismo y pensando siempre en el interés estratégico de una nación.

La paradoja es que Colombia ha aceptado sin mayor reacción las deportaciones de sus connacionales desde México durante años, sin recurrir a medidas extremas. Sin embargo, cuando se trata de Estados Unidos, un país clave para la economía colombiana, Petro decide tomar una postura ideológica y radical. Esto solo pone de manifiesto que la disputa no es tanto sobre el manejo de la migración, sino sobre una retórica antiimperialista que poco tiene que ver con la realidad política y económica de Colombia y el mundo.

La política exterior de Colombia, que bajo la administración de Petro parece estar basada más en la confrontación que en el diálogo, acciones que la han condenado al fracaso. Mientras países gobernados también por la izquierda como México y Brasil optan por mantener relaciones constructivas con Estados Unidos, sin perder de vista sus propios intereses, el gobierno de Petro se enfrasca en una disputa innecesaria, en lugar de buscar soluciones prácticas que beneficien a todos los colombianos.

El intento de Petro avalado por Xiomara Castro de trasladar el conflicto migratorio a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños revela la falta de estrategia en la política exterior de Colombia. Si bien la CELAC es un foro importante para tratar cuestiones regionales, no tiene competencia ni la capacidad para resolver disputas bilaterales sobre temas tan específicos como la migración. El gobierno colombiano parece haber apostado por una solución ideológica, buscando apoyo en organismos regionales sin reconocer que el problema lo originó su propio gobierno, al bloquear los vuelos con deportados.

Después de este penoso hecho donde Petro dejó en ridículo su país con un discurso que promovía “la dignidad del pueblo colombiano” lo más revelador es que ante la reacción estadounidense, en lugar de mantenerse firme, el presidente colombiano rápidamente reculó ante las sanciones económicas y las amenazas de aranceles impuestas por Washington. Este giro no sólo dejó en evidencia su falta de comprensión sobre la dinámica diplomática internacional, sino también su total desconcierto frente a las repercusiones que sus decisiones podrían tener. La rápida reversión de Petro demuestra, una vez más, que el gobierno colombiano ha caído en la trampa de un enfrentamiento ideológico sin sentido, en lugar de manejar la situación con el pragmatismo necesario para proteger los intereses nacionales.

La diplomacia de confrontación y la retórica ideológica no son la solución para los problemas de Colombia ni para ningún país de la región, al contrario los discursos radicales solo agudizan los problemas sociales que día a día enfrentan los ciudadanos de un país, y la cuenta de estos berrinches ideológicos absurdos los paga la población, en Colombia la factura llegó muy rápido luego de que los deportados finalmente sí aterrizaron en Colombia pero en una aeronave de la Fuerza Aeroespacial Colombiana, es decir financiada por los impuestos de los colombianos, acciones como las de Petro son el claro ejemplo de lo que No se tiene que hacer y mucho menos tolerar.

*Máster en Gobierno & Administración Pública.

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