SE acabó la espera. Ya ocurrió lo que se anticipaba, pese a la creencia de algunos ilusos –que las amenazas eran bromas– que nada de eso iba a suceder. La Casa Blanca en un comunicado anunció el fin de semana que el inquilino del Salón Oval firmó una orden ejecutiva clavando aranceles del 25% sobre los productos importados de México y Canadá y un impuesto del 10% a China. Pero como las importaciones de petróleo de Canadá de los Estados Unidos son sustanciales, lo que elevaría el precio local de las gasolinas, hizo una excepción, de solo un 10% a las importaciones de energía de Canadá. «El anuncio arancelario –justificaron– es necesario para responsabilizar a China, México y Canadá por sus promesas de detener la avalancha de drogas venenosas en Estados Unidos».
Trump recurrió a la Ley de Poderes Económicos de Emergencia Internacional (IEEPA), debido “a la gran amenaza de los extranjeros ilegales y las drogas mortales que matan a nuestros ciudadanos, incluido el fentanilo». «Necesitamos proteger a los estadounidenses, y es mi deber como presidente garantizar la seguridad de todos». Si bien esa es la justificación, no es la única razón. Las medidas también van encaminadas a obligar a que regresen las empresas norteamericanas que se fueron a establecer a otros países por costos más bajos de mano de obra y de producción. Como a atraer no solo la inversión fugada sino la industria de otras nacionalidades, dizque bajo el incentivo de vender en el gran mercado norteamericano, dado el supuesto que exportar de afuera sería más caro. En días pasados Trump hizo un llamado a empresas europeas a instalarse en los Estados Unidos, donde “van a pagar los impuestos más baratos de la tierra”. «Queremos que las farmacéuticas vuelvan y la manera para que regresen es levantando un muro y ese muro son los aranceles». Las medidas –agregó al momento de imponer los aranceles– “también buscan equilibrar el enorme déficit comercial que EE. UU. tiene en la actualidad”, bajo la estrategia que muchas empresas vuelvan a instalarse en el país. Las barreras arancelarias podrían afectar más de US$2.1 billones en comercio entre EE. UU. y los tres países sancionados. Gravar los artículos que entran a un país –en teoría– significa que es menos probable que la gente los compre porque se vuelven más caros. La intención es impulsar la compra de productos locales más baratos, lo que presumiblemente impulsaría la economía del país. Sin embargo, habría que sopesar el impacto de la dependencia del consumidor norteamericano de las importaciones, digamos de alimento y de energía de otros países, como monitorear lo que suceda cuando las naciones afectadas, en reciprocidad, respondan con sus propios aranceles a lo que le compran a los Estados Unidos. Alrededor del 40% del crudo que pasa por las refinerías de petróleo de EE. UU. es importado, y la gran mayoría proviene de Canadá.
Ahora el alboroto del gallinero: «Rechazamos categóricamente –reaccionó la Sheinbaum– la calumnia que hace la Casa Blanca al gobierno de México de tener alianzas con organizaciones criminales, así como cualquier intención injerencista en nuestro territorio». “Las organizaciones de narcotráfico mexicanas –dijo la Casa Blanca en su comunicado– tienen una “alianza intolerable” con el gobierno del país, mientras “el gobierno proporciona un “refugio seguro” a los carteles”. Y van al “plan B” que incluye medidas arancelarias y no arancelarias en defensa de los intereses de México”. El primer ministro canadiense –con un pie en el estribo ya de salida– anunció aranceles del 25% a los productos estadounidenses (US$155,000 millones) en dos etapas. La primera inmediata y la segunda en 21 días, para dar tiempo a las empresas canadienses a adaptarse. «Menos del 1% del fentanilo –dijo Trudeau– que entra en Estados Unidos proviene de Canadá y menos del 1% de los migrantes ilegales que van a Estados Unidos». Pekín avisa que recurrirá a la Organización Mundial del Comercio (OMC) y adoptará «contramedidas» en respuesta al gravamen norteamericano. (Inició la guerra –entra el Sisimite– y en capilla ardiente están los europeos a los que igual amenazaron con encaramarle aranceles. –De momento –tercia Winston– es la guerra arancelaria. Ojo al Cristo al impacto que tenga la hamaqueada sobre los mercados y las economías mundiales. ¿Y se les habrá ocurrido a los países afectados tomar medidas contra “la invasión de las plataformas tecnológicas y digitales de Silicone Valley sobre sus mercados locales?).