Jorge Raffo*
En el esfuerzo estratégico de proteger el Canal de Panamá, los Estados Unidos, desde 1920, intensificaron las relaciones navales con Centro y Sudamérica, particularmente con el Perú (Christensen, 2013). Un efecto colateral de esa política fue la conexión Amapala-El Callao protagonizada por la escuadra peruana en abril 1939, pocos meses antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial.
Las “misiones navales” fueron la característica de las aproximaciones de EE.UU. con el Perú, el primer país sudamericano donde se aplicó una política combinada de fortalecimiento y suministros de la fuerza naval local entre 1920 y 1930. Dos hechos ejemplifican esa decisión; con ocasión del centenario de la independencia del Perú en 1921, la escuadra japonesa del almirante Funakoshi compuesta por los acorazados “Asama” e “Iwate” visitaron Lima. Ni bien zarpó esa flota el 28 de enero, el 2 de febrero llegó el almirante Wilson desde Panamá con seis acorazados y buques auxiliares de la flota del Atlántico para una visita de hermanamiento (Raffo, 2022). De otro lado, el embajador estadounidense en Perú, Laurence Steinhardt, advirtió a su país que “si no llenan los espacios”, las relaciones peruanas con la Italia fascista se intensificarían.
Así alertados, a partir de 1930 las “misiones de solidaridad” -como se llamaban entonces a esas misiones navales bilaterales- buscaron establecer una asociación de ideas y de políticas castrenses entre ambos países siendo las visitas navales de 1936, 1937 y 1939 las más importantes por su envergadura, número de buques y de personal. Lo curioso es que la idea provino de la fuerza naval peruana que, en 1935, la planteó por primera vez (Christensen, 2013). El Perú perseguía la expansión de su flota y contar con un dique seco desde los tempranos años veinte; que mejor oportunidad que un entendimiento con los estadounidenses ya que los europeos estaban enfrascados en sus propias preocupaciones territoriales dejando toda cooperación extracontinental en segundo plano (salvo la Italia mussoliniana que ofreció y llevó a cabo una misión militar-aérea en 1938). En el afán de no ceder espacios de influencia, los EE.UU. aceptaron llevar adelante las misiones navales con la condición de que no los involucren en asuntos limítrofes que en esos años el Perú tenía con el Ecuador.
La visita naval peruana de 1939 involucró a Honduras. Se trató del viaje de instrucción de los cadetes de la Escuela Naval que comprendió los cruceros “Grau” y “Bolognesi” y el buque tanque “Pariñas”, navío auxiliar. El 3 de febrero de ese año, la cancillería peruana informó al cónsul Rubén Barrientos en Tegucigalpa acerca del itinerario que cumpliría la escuadra peruana al mando del capitán de Navío Carlos Rotalde. Arribarían a Manzanillo procedentes de El Callao el 7 de febrero; seguirían a Bahía Magdalena el 10; San Francisco el 17; San Pedro el 24; San Diego el 2 de marzo; Manzanillo nuevamente el 12; Acapulco el 15; San José el 19; La Libertad el 22; Moneypenny el 25; Amapala el 26; Puntarenas el 27 sólo el “Pariñas”; Corinto el 27; nuevamente Puntarenas el 30 toda la escuadra; y Panamá el día 4 de abril.
El 24 de febrero, el cónsul Rubén Barrientos comunicó que todo estaba preparado para el recibimiento de la escuadra peruana que “visitará los puertos del Pacífico del Norte” incluido el lado hondureño del Pacífico (Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú, Caja 8-29-A, of.34,1939). Los navíos peruanos finalmente llegaron a Amapala el 26 de marzo como estaba previsto. El “Grau” conducido por el capitán de Fragata Mariano Melgar; el “Bolognesi” por el capitán de Fragata Guillermo Thornberry; el “Pariñas” por el capitán de Fragata Ismael Otárola; y como jefe de Estado Mayor estuvo el capitán de Fragata Ricardo Cheesman (MRE, Caja 8-20-A, of.13,1939). Se trató de una breve pero significativa visita para estrechar los lazos hondureño-peruanos. Dentro de las 24 horas siguientes, un destacamento combinado de la escuadra presentó honores en la plaza de Amapala a las autoridades -allí donde ocho años antes había estado Albert Einstein- y luego se permitió que éstas y el público visitasen el navío “Grau” donde se ofreció una recepción. Seis meses después estallaría la deflagración de 1939-1945 y se pospondrán los viajes de la flota inca a esa parte de la región centroamericana.
La anécdota la genera el cónsul Barrientos cuando menciona, como parte de una delegación de estudiantes, a Mario Zamora Alcántara quien sería más tarde un laureado escultor monumental. Zamora tenía 19 años cuando se produce la visita naval peruana, décadas después será “el autor del monumento al General Francisco Morazán en el Jardín de las Américas de Nueva Orleans, develado el 21 de octubre de 1966 (…) y el creador del coloso “Cristo del Picacho” en Tegucigalpa” (Leiva, 2015).
*Embajador del Perú para África y Medio Oriente