“BIEN dice el editorial –mensaje de una lectora amiga– que la mexicana solo logró una prórroga de la penitencia”. Alusivo al siguiente párrafo: (Lo que consiguió la Sheinbaum, suplicando en su llamada telefónica urgente, fue una postergación del castigo por un mes. Ofreció enviar de inmediato 10 mil elementos de la guardia nacional a la frontera para dizque detener el tráfico de drogas que mandan al vecino. Que aproveche la tregua, ya que, si la vuelven a castigar, a corto plazo, habría que esperar el impacto sobre lo que más ha incidido en el fortalecimiento de la economía mexicana en los últimos años. La inversión asociada al “nearshoring” en México ha superado los 30,000 millones de dólares en los últimos años. Muchas industrias han trasladado parte de sus operaciones a México para estar más cerca del mercado norteamericano, aprovechando los beneficios del “T-MEC” (Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá) y los costos competitivos).
“Winston –mensaje de un fundador del colectivo– hace una soberbia sugerencia de lo que debiese ser el plan A, B hasta la Z, de las víctimas, si es que se les alumbra el coco”. Alusivo a la conversación de cierre: (Inició la guerra –entra el Sisimite– y en capilla ardiente están los europeos a los que igual amenazaron con encaramarles aranceles. -De momento –tercia Winston– es la guerra arancelaria. Ojo al Cristo al impacto que tenga la hamaqueada sobre los mercados y las economías mundiales. ¿Y se les habrá ocurrido a los países afectados tomar medidas contra “la invasión de las plataformas tecnológicas y digitales de Silicon Valley sobre sus mercados locales?). Sobre este tópico, escurcando el Chat-GPT: “Los países podrían imponer aranceles adicionales a los servicios digitales o productos tecnológicos provenientes de Silicon Valley”. “Esto incluiría tasas sobre publicidad digital, suscripciones a plataformas o transacciones en línea”. “Podrían exigir que los datos de los usuarios locales se almacenen en servidores dentro del país, lo que aumentaría los costos operativos para las empresas extranjeras y limitaría su capacidad de explotar datos a nivel global”. “Leyes de competencia y antimonopolio: Los gobiernos podrían fortalecer las leyes antimonopolio para evitar prácticas abusivas de las grandes tecnológicas, como la adquisición de competidores locales o la manipulación de precios”. “Imponer multas significativas por incumplimiento de normativas locales, como violaciones de privacidad, evasión fiscal o prácticas anticompetitivas”. “Podrían limitar o prohibir el acceso de ciertas plataformas extranjeras si no cumplen con las normativas locales, como leyes de privacidad, impuestos o estándares de contenido”. “Impuestos a la renta digital: Impuesto a los “gigantes digitales» que algunos países han adoptado”. “Exigir a las plataformas tecnológicas que sean más transparentes sobre sus algoritmos y cómo manejan la información, además de imponer sanciones por no moderar contenido dañino o desinformación”. “Los países podrían unirse para formar bloques regionales que negocien colectivamente con las empresas de Silicon Valley, aumentando su poder de negociación”.
(Un coctel –entra el Sisimite– de medidas que podrían ser implementadas de manera individual o coordinada entre varios países, especialmente si buscan proteger sus economías y culturas nacionales de la dominación tecnológica extranjera. ¿Cuánto más va a tolerarse esa invasión a los mercados de información falsa y tendenciosa, el basural rociado por las redes atentatorio a la convivencia civilizada, el adictivo hipnotismo en que ha caído la sociedad, el conflicto instigado a la colectividad que desintegra el núcleo social, la dañina deformación de los valores que corrompe comunidades enteras, en perjuicio de la cultura propia, la moral y la estabilidad emocional de su gente? -Como bien dice el lector –ironiza Winston– para que se les alumbre el coco, ¿suficiente un fósforo o esperan la antorcha olímpica?).