Hermano poético de Ulises

Segisfredo Infante

La poesía y la filosofía han exhibido diferendos a lo largo de la “Historia”, más que todo en la antigüedad griega. Ello a pesar de que los primeros filósofos escribían sus tratados en verso o mediante aforismos, como Parménides y Heráclito. El distanciamiento entre ambas actividades provino del hecho que los filósofos comenzaron a distanciarse en forma gradual del panteón “divino” de Homero y de Hesíodo, en cuyas obras abundaban los dioses que en una instancia específica determinaban el destino de los hombres. Platón, en su magna obra “La República”, desestima a los poetas por el supuesto delirio que provocaban las musas, al grado que pareciera expulsarlos de la ciudad ideal, a menos que se atuvieran a las reglas de convivencia política soñada filosóficamente. En el fondo el autor de “La República” y de muchos otros diálogos, según mi percepción, se sentía ofendido por aquellos comediantes que de una u otra manera habían conspirado contra la vida de su maestro Sócrates, acusándolo, en forma exagerada, de una especie de ateísmo y de corromper a la juventud ateniense. En realidad Sócrates seguía siendo devoto de Apolo, dios principal del Oráculo de Delfos, a quien adeudaba su designio filosófico personal.

Aristóteles, en cambio, hizo la mejor vindicación del canto de las musas en su obra la “Poética”, al establecer que la poesía trágica desempeñaba un papel terapéutico en favor de los actores y espectadores. En vez de condenarla la rescata por poseer una especie de “recreación” o una “adición” de la realidad real, concreta. Conviene recordar que Umberto Eco escribió una de las mejores novelas del siglo veinte usando como trasfondo de la trama la aparición de una supuesta segunda parte de la “Poética” de Aristóteles que el filósofo había prometido redactar, pero que se extravió en los laberintos históricos. En todo caso consideramos suficiente el contenido de la primera parte para vindicar la mejor poesía de todos los tiempos. O cuando menos de los tiempos antiguos.

José Antonio Funes, un poeta hondureño actual, ha escrito un poema dedicado a los “inmigrantes” cuyos sufrimientos y contextos todos conocemos. Es probable que el poema lo haya escrito durante el año 2023, pero adquiere actualidad. El poema se titula “Habla el inmigrante” y lo compara con Ulises (también conocido como “Odiseo”) de la obra que se le adjudica al poeta Homero, uno de los padres de la poesía universal. Ulises después de llevar una vida harto azarosa en las aguas tempestuosas del Mediterráneo Oriental, decide retornar a su isla de Ítaca con el seudónimo de “Nadie”, a fin de volverse irreconocible, sobre todo ante aquellos que anhelaban apoderarse de su mujer (“Penélope”) y de sus bienes. Por su importancia lo transcribimos en forma completa: “Yo también soy Nadie, hermano Ulises.// Cada día o más bien cada noche// el Cíclope me interroga y yo contesto soy Nadie.// Nadie por mi color, por ser portador de indocumentados sueños.” (…) “En una tarde amarilla de mi país// soñé una barca que surcaba el mar de los trigales.// Había tanto sol, tanto cielo,// que abandoné los muertos atados a mis pies// y pagué con lágrimas de mis hijos el precio de una estatua de sal.” (…) “Llegué a esta isla, Ulises.// Mis brazos son más vigorosos que los del náufrago// que partió las aguas para hacerse un lugar en la muerte.// Pero soy Nadie y me moja más la lluvia que a las catedrales// y el Cíclope vigila// el pan luminoso que llevo a mi mesa// mientras me habla de leyes y de fronteras.” Es obvio que José Antonio Funes se refiere a todos los migrantes indocumentados de cualquier parte del mundo.

El poema “Habla el inmigrante” pertenece al poemario “Estación permanente”, libro que se publicó en España en 2023, con un prólogo de Margarita Leoz y unas ilustraciones originales de Isabel Gómez Machado. Es un poemario cuyos versos exhiben, en su mayoría, contenidos antitéticos. O, como se diría en términos filosóficos, el autor sustenta, en forma subyacente, la teoría de la unidad de los contrarios. Pero más allá de los tecnicismos del caso, la poesía de José Antonio Funes exuda una suerte de existencialismo sublimado en donde predominan las ausencias, el amor truncado, los huesos, los libros, la angustia, la muerte, las grandes ciudades y la flor convertida en poema. Uno siente que se encuentra ante los versos de un auténtico poeta que conoce las astucias de su arte. Por eso mismo evita recurrir a las groserías y a los juegos de palabras mordaces. El autor prefiere anticipar el olvido de su existencia al ser olvidado por la persona amada. Después de “!tanto morder la esperanza!” el poeta sabe que le queda el refugio de la poesía en donde esconder sus sentimientos doloridos como el que sabe que las luciérnagas se apagan en medio de la noche. Por eso el poeta se pregunta: “¿A dónde va tanta gente// ahora que soy el único que viene de regreso?”

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