Quiebre en el aire

Hernán Antonio Bermúdez

“Con qué se recoge/una palabra que se quiebra en el aire”. (p. 18)

Armida García es la autora de Con las palabras descalzas, poemario publicado por “Chifurnia Libros” a finales del 2021. Se trata de una obra breve en la cual demuestra su capacidad para escoger y combinar las palabras, y de cuya combustión emerge una correspondencia singular de idea y de expresión: “No puedo salirme de mí, / estoy atrapada/ dentro de esta caja vacía/ que es mi cuerpo” (p. 10).

Al lector le es dado captar la inmediatez erótica en virtud de que la autora sabe moldear la dicción poética hasta refinarla en un lenguaje totalmente personal: “La única certeza que me llena/ es que esta noche/ mis senos no caerán impunemente” (p. 19).

Las aptitudes literarias de Armida García suelen desembocar en una amargura irónica cuyo principio estético, empero, resulta una afirmación de vida, como un fin sensual en sí mismo.

Se trata de una poeta capaz de liberarse de las amarras de la ética parroquial a través del dominio de la escritura, con la consiguiente destreza para expresarse, pues “vemos pasar la vida/ como se ve desde la orilla/ a un trasatlántico (…) e ilusos doblamos hojas/ para alcanzar el cielo/ en algún avión de papel” (p.16).

Ella sabe explotar el espacio introspectivo de su temple, allí donde la creatividad y la gracia pueden coexistir. Así, sus cualidades verbales crean una textura tejida con intensidad: “Fracturaste mis manos/ rompiste el engranaje de mis piernas/ y cambiaste el curso de mi sangre/ armada hasta los dientes/ y ante mi aniquilación/ no moví/ ni una pestaña” (p. 15).

En Con palabras descalzas Armida García impone un ritmo literario, filoso como una daga, en donde cada poema resulta un juzgamiento tanto racional como emocional de la andadura humana, sin condescendencia alguna, por corrosiva que sea.

La necesaria arquitectura de una poesía que posee su propia lógica interna no debe ser perturbada por ninguna consideración a la tierna expectativa de los lectores. En consecuencia, la autora evita la tediosa repetición de lo obvio, grotescamente trivial, y, como todo arte, no busca sino la perfección del trabajo hecho: “Ya no vago en el cerrojo de tus manos, / cosí cremalleras en mi cuerpo. / Lloré con dolor austero/ con lágrimas ajenas, / con mis lágrimas de perro” (p. 14).

Maestra del compás de la línea, Armida García despliega en este cuaderno los recursos expresivos de una poesía escrita con imaginación y al margen de las convenciones al uso. Deviene una abierta confesión personal, y, en su desvelamiento y transparencia, casi provocadora: “Voy a trepar las tapias, / voy a invadir tu cama. / Entraré de noche/ (…) Llegaré sigilosa/ como fiera hambrienta” (p. 6).

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