Por. Abog. Octavio Pineda Espinoza (*)
La democracia es por mucho, el mejor sistema que ha encontrado el ser humano para dirimir sus diferencias políticas, ideológicas, sociales e intelectuales, al fin y al cabo, con sus imperfecciones yo siempre prefiero una democracia imperfecta a una dictadura perfecta en la que perdemos hasta la posibilidad de soñar, no digamos las otras libertades públicas garantizadas en el texto Constitucional de cada nación de la tierra y que vemos amenazadas ahora en nuestra patria.
Dicho lo anterior, como toda obra humana tiene sus defectos y distorsiones en las que debemos poner manos a la obra. Una de ellas es el costo de las campañas políticas para todos los niveles electivos de un país; en nuestro caso: Presidencial, Diputadil y Municipal. Tal problema no es exclusivo de Honduras, se da de hecho, en todo el mundo libre, no por nada el saliente Presidente de los Estados Unidos de América señaló con contundencia en su discurso de despedida, del surgimiento en esa gran nación de “una oligarquía de extrema riqueza, poder e influencia que amenaza literalmente toda nuestra democracia, nuestros derechos y libertades básicas y una oportunidad justa para que todo el mundo salga adelante”, oligarquía representada por los barones de las redes sociales del complejo industrial tecnológico.
Volviendo a nuestro terruño pero en la misma línea, uno de los efectos de no controlar el gasto de dinero en cualquier campaña por los que tienen el control monetario, financiero, mediático y político-partidario así como el poder estatal, pone en desventaja y en una encrucijada a aquellos, que no representamos ninguno de esos intereses y que, participamos con la verdadera intención de aportar experiencia, conocimiento, talento y esfuerzo al desarrollo de la nación pero que vivimos, aunque con dignidad, con las ganancias del trabajo propio y de modestos emprendimientos muy distantes de los grandes capitales.
Tal distorsión no permite que personas que no pueden arriesgar el futuro de sus hijos, los pocos bienes acumulados por su trabajo tesonero y que no tienen acceso a esa enorme cartera en una apuesta tan desigual, o que, siendo buenos ciudadanos, formados, estudiosos, respetuosos de la Ley y no están dispuestos a comprometer sus principios y valores a cambio de ser financiados por intereses oscuros.
Ese embudo legal que no se ha corregido deja afuera del campo político donde se necesita lo mejor de lo que tengamos en todos los campos, a muchos ciudadanos y ciudadanas que ven sus aspiraciones frustradas porque simple y sencillamente sus propuestas se ahogan en el marasmo de las campañas multimillonarias con las que es imposible competir y pone a muchos de ellos en la encrucijada entre aceptar de antemano la derrota por falta de recursos o dejar de ser independientes en sus decisiones y posturas accediendo al financiamiento legal y a veces ilegal, que ofrecen siempre los piratas de la política.
En ese sentido cabe decir que el error ha estado y sigue estando en una legislación e institucionalidad débil, que no permite investigar a fondo la proveniencia real del financiamiento de muchas campañas a cargos de elección popular y que, la existente, termina, como en muchas otras instancias y circunstancias, la justicia, por ejemplo, picando al más descalzo y desprotegido más no al gran evasor, lavador de activos, narcotraficante o burócrata corrupto.
Y no se trata de evitar que exista apoyo de quienes así lo deseen, en la medida de sus posibilidades para los candidatos de su gusto o elección, no es ese el punto, la cuestión no se debe corregir por ahí; desde mi humilde posición, se debe legislar para que existan campañas más equilibradas y acordes a la realidad nacional, buscar vía la Ley que se bajen los costos de las mismas y que los techos de gastos no sean tan altos, regular que los procesos sean separados entre niveles electivos, acondicionar los canales oficiales del Estado para que todos los que aspiran a un cargo de elección popular tenga un espacio garantizado en sus medios para presentar sus propuestas y que existan más debates entre candidatos promovidos desde el órgano electoral y las instituciones públicas y privadas.
Se trata de ser creativos y austeros en virtud de la enorme necesidad que tiene el pueblo hondureño hundido en una pobreza extrema y al que, ese gasto publicitario excesivo le pega en la cara como una bofetada generando aún más rechazo y descontento con la clase política en general. Para un país modesto como el nuestro debería haber campañas iguales que reflejen esa circunstancia y que le permitan al ciudadano, quien es el que finalmente decide, elige y vota, tomar decisiones más informadas y menos matizadas por el marketing publicitario y la parafernalia propagandística.
Dios nos ilumine a todos e ilumine al noble Pueblo Hondureño para que tomemos las mejores decisiones!.
(*) Abogado y Notario. Catedrático Universitario. Político Liberal.