¿EL HÁBITO?

“ESCOJO, entre otras expresiones hermosas, –mensaje del compañero constituyente– sobre el valor del amor, que escribes en tu editorial de hoy: …»¿No es el amor, el hálito que lo divino da al alma, para que apreciemos el místico encanto de la vida? “No sé cómo te recordará la historia; como poeta o como el brillante escritor que eres”. “Larga vida para ambos”. La leída amiga: “Precioso; tiene como una música que hace que sea lea rico”. Alusivo a la conversación de cierre: (El Día de San Valentín –entra el Sisimite– supe que la nieta te pidió: “Hoy, si quiere, escríbame un mensaje del valor del amor; no tiene que ser carta, solo un párrafo”. ¿Se lo mandaste? -Por supuesto –responde Winston– “¿No es el amor un relicario de instantes robados a la fluida vertiente de recuerdos inagotables; el tributo que inmutable pervive al agitado paso de los tiempos; los destellos de felicidad que irradia la hermosura de sentimientos acrisolados; el hechizo de trémulas palpitaciones silenciosas cuyos expresivos ecos desafían el olvido; el anhelo inmaculado que no desciende a lo mundano, deseando elevar el corazón a la perpetua inmensidad de lo sublime; lo que resiste obstinado el menosprecio de esa prisa absurda, sin mapas, brújulas, compases o relojes, de hoy en día; el hálito supremo que lo divino desprendido da al alma para que apreciemos el místico encanto de la vida?).

“Que completa descripción –mensaje del amigo fundador del colectivo– sobre su libro. Alusivo al gentil mensaje recibido de un intelectual que reside en el exterior: (“¡Una joya literaria su libro Kairós!, que recibí como obsequio de un familiar que vino a pasar unos días con este su siempre amigo y servidor, durante las fiestas navideñas. Atrapa desde la primera página de su sugestivo prólogo, en el cual, con su característico buen humor y una nota de ironía, dedica una ocurrencia de su recordado padre, (“es que así son felices, no rebuznan por falta de habilidad”) a quienes, como usted mismo adivina no van a leer el libro que reciben, “a quienes se sienten a gusto con lo poco o nada que leyeron en su vida”; hasta la ingeniosa recapitulación final, de un epílogo que se va escribiendo solo, mientras los personajes discuten si escribir o no el epílogo. Es literatura reparadora, repleta de historias, cuentos, anécdotas, narraciones de lo real y de lo novelesco, cartas a su nieta, fragmentos de editoriales escogidos, crítica bien manejada que despierta los sentidos, en fin, lectura para todo momento y para todos los gustos. Una versatilidad de temas que nos transporta, entre risas, lágrimas y reflexiones profundas, a estadios superiores de la imaginación y del pensamiento. Encantadoras las conversaciones quijotescas de esos dos personajes, Winston y el Sisimite, tan lúcidas cual espejo de nuestra propia realidad. Cada relato es una lección disfrazada de ficción o más que de ficción de esa cruda verdad de los frenéticos tiempos que vivimos. Las elegías despiertan memorias dormidas con una nostalgia que conmueve el corazón. La ironía y el humor ágil equilibran la profundidad, mientras los artículos sobre la fe y esas cartas de otra época –tan distintas a los mensajes fugaces de hoy– añaden un encanto nostálgico. Es un libro para releer en cualquier estado de ánimo: consuela, inspira, divierte y acompaña. ¡Un tesoro para quienes buscan más que una simple lectura!”.

(¿Has notado –entra el Sisimite– que a veces los editoriales repiten fragmentos del anterior, presumiblemente para que quien no lo lea un día pueda leerlo al otro? -Esa es tu versión –interviene Winston– sin embargo, el motivo esencial ¿no sería para dar cabida a los mensajes del colectivo, y la repetición es para que el lector tenga una idea más completa sobre sus comentarios? Quienes no han perdido el buen hábito de la lectura, leen en forma religiosa, no como aquellos que están a gusto con lo poco o nada que han leído en su vida –a propósito de la frase que piden prestada a don Óscar en el prólogo del libro– se trata de “gente que así es feliz, no rebuzna por falta de habilidad”. -Lo que trae a colación –interrumpe el Sisimite– lo que cuenta la leída amiga de alguien que conoce a quien le choca que “los maestros digan que hay que tener “el hábito de la lectura”, pues ese debería ser su gozosa aspiración y no una obligación”. -Sí, –ilustra Winston– “en el latín “habitus”, usado para describir la vestimenta (la túnica o atuendo de un monje) o para referirse a las costumbres o disposiciones adquiridas por repetición. La lectura es un hábito porque no es algo innato, sino práctica adquirida a través de la repetición. Una virtud intelectual en la filosofía aristotélica. “El hábito no hace al monje”; la apariencia no determina la verdadera naturaleza de una persona o la autenticidad de su vocación).

LO MÁS RECIENTE

Sheinbaum llama al papa «progresista» por nombrar a una mujer «gobernadora» del Vaticano

La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, llamó este viernes "progresista" al papa Francisco por...

Correos con asunto ‘Nuevo Voicemail’ intentan robar credenciales corporativas

ESET, compañía líder en detección proactiva de amenazas, advierte que está circulando una nueva...

Fuerzas Armadas y DLCN realizan 15 allanamientos contra el crimen organizado en Colón

Elementos de las Fuerzas Armadas de Honduras (FFAA) y la Dirección de Lucha Contra...

La posibilidad de renunciar del papa Francisco se comenta en el Vaticano

Las condiciones de salud del papa Francisco, hospitalizado desde hace una semana en el...