“ESTA tarde –mensaje de la amiga exfuncionaria– he retomado la lectura sosegada de su libro. Volviendo a la lectura, ayuda a mi paz, porque Kairós me remite a temas esenciales y al paisaje y sentimiento del país que nunca debió dejar de ser: el del diálogo, el respeto y la amistad”. La amiga doctora: “Aunado a lo ya mencionado sobre su libro Kairós, son notas de la filosofía de la vida que nos ayudan a reflexionar nuestro entorno, nuestra realidad, nuestra esencia y se cuestiona cuál es nuestro camino”. La lectora paseadora de chuchitos: “Yo disfruto su lectura y el libro me va gustando más cada día”. La vieja amiga que no es madrugadora: “¡Ayyy Dios!”. “¿Y hoy qué te digo? Termino de leer y sale un suspiro”. “Qué bonitos sentimientos nos despiertan tus escritos”. “Tenemos un chat de las mujeres de las tres hermanas y sobrinas, y cada vez que una cumple años nos mandamos mensajes, y nos reímos porque cuando la primera, mi sobrina de Bolivia que escribe lindos mensajes, decimos las otras: Después de esto, solo COPY/PASTE”. “Así me pasa con los mensajes de algunos de los que te escriben cosas tan bonitas”. “Yo quisiera solo poner ‘paste’”.
“Dicen por ahí –la amiga exmagistrada– que cuando una persona lee, se nota; y cuando no lee, se nota más”. “En la escuela tuve una maravillosa maestra de español y ella siempre nos dejaba de tarea que leyéramos el periódico y compartiéramos una noticia con la clase”. “Ahí descubrí no solamente la maravilla de estar informada, también descubrí un mundo nuevo y más grande al enriquecer el vocabulario, en lo genial de los crucigramas y el arte detrás de la redacción de los editoriales”. “Esa niña que aún me habita, reaparece cada mañana con la lectura del editorial de LA TRIBUNA; afloran, de vez en cuando, recuerdos de antaño y se generan nuevos; por eso es que, seguramente, disfruto por partida doble sus editoriales, y no puedo dejar de reconocer su talento en ellos”. La abogada lectora: “Como siempre muy sutil, atinado y sagaz… no hay palabras o simplemente no terminaría con tantas palabras para describirlo, su capacidad de expresar y transmitir es simplemente genial”. “Me gustó mucho el editorial y su final, aunque es cierto «el hábito no hace al monje, pero lo distingue»… hasta que abre la boca, especialmente, los que no leen”. Alusivo a la conversación de cierre: (Quienes no han perdido el buen hábito de la lectura, –tercia Winston– leen en forma religiosa, no como aquellos que están a gusto con lo poco o nada que han leído en su vida –a propósito de la frase que piden prestada a don Oscar en el prólogo del libro– se trata de “gente que así es feliz, no rebuzna por falta de habilidad”. -Lo que trae a colación –interrumpe el Sisimite– lo que cuenta la leída amiga de alguien a quien le choca que “los maestros digan que hay que tener “el hábito de la lectura”, pues ese debería ser su gozosa aspiración y no una obligación”. -Sí, –ilustra Winston- “en el latín “habitus”, usado para describir la vestimenta (la túnica o atuendo de un monje) o para referirse a las costumbres o disposiciones adquiridas por repetición. La lectura es un hábito porque no es algo innato, sino práctica adquirida a través de la repetición. Una virtud intelectual en la filosofía aristotélica. “El hábito no hace al monje”; la apariencia no determina la verdadera naturaleza de una persona o la autenticidad de su vocación).
(La leída amiga del colectivo –entra el Sisimite– (alusivo a las criptomonedas del editorial de ayer), no solo lee cosas profundas y serias, sino que a veces comparte burradas divertidas de memes que recibe: Cada vez que alguien dice: “Que Dios te lo pague”, está usando “cristomonedas”. -Pues tratándose de monedas –ironiza Winston– sepa Judas de dónde salió eso).