Tudor Crețu (Rumanía, 1980) escribe poesía, narrativa, crítica literaria y periodismo. Su libro de debut fue la colección de cuentos Dantelăriile Adelei [Los encajes de Adela], 2001. Le siguieron los libros de poemas Obiecte oranj [Objetos naranja], 2005; Fragmente continue: Poeme live [Fragmentos continuos. Poemas live], 2014 (premio al Mejor Libro de Poemas del Año de la Unión de Escritores de Rumanía, filial Timisoara); la antología Studio live, 2015; Maldiciones & más, 2021, que también ganó el mencionado premio, y ma-ma, 2023.
En 2008 publicó su primera novela, Omul negru [El hombre negro], nominado al premio nacional Euridice, y en 2013, la segunda, Casete martor [Cintas testigo] (finalista de la Gala Nacional Joven Escritor del Año, categoría Prosa; ganador del premio Ioan Slavici de la Unión de Escritores de Rumanía, filial Timișoara). Sus más recientes novelas son Casete maror II [Cintas testigo II], 2015 y Maluri [Ribera] (ganadora del premio al Libro de ficción del año de la Unión de Escritores de Rumanía, filial Banat), 2023.
Es director de la Biblioteca Provincial Timiș y organiza algunos de los eventos literarios rumanos más originales y conocidos: La Manta que Lee, ConCéntrica, Lecturas Encendidas y, sobre todo, el innovador Festival Internacional LitVest.
Traducción de Frances Simán
Sobre la poesía
Desde pequeño, las palabras siempre me han dicho algo más, algo que escapaba a las páginas de un diccionario. Eran, en el fondo, como chispas. Casi cada sonido creaba una imagen en mi mente. La palabra muerte, parecida a la rumana moarte, siempre me ha hecho ver garras de cuervo o cuervos hundiéndose en la pulpa de una naranja. La letra A fue, desde el principio, una extensión salina — el efecto salado del sonido (¡lo que demuestra que la poesía es, entre otras cosas, una forma de trabajo arduo en una mina de sal!). Desde mi perspectiva, los signos lingüísticos no son arbitrarios. Intento dejar que las palabras me hablen, que me digan algo (más allá) de lo que me han enseñado que significan. Lo mismo ocurre con las personas: a veces siento que tienen un nombre secreto, mucho más real que el que aparece en su documento de identidad. Los sentidos te llevan más allá de la percepción sensorial. Que su sangre es, de hecho, ácida, cítrica. En otras palabras, percibo, o me parece que percibo, una especie de identidad paralela, oculta, tanto más real. «Los sentidos te llevan más allá de la percepción sensorial», como dijo un historiador de las religiones. Y más allá de la poesía, añadiría yo.
En cierto momento, el texto se autogenera, se escribe y, en consecuencia, se autentifica como poema. Por cierto, en casos afortunados, el texto es más inteligente que su autor. Creo en lo que podría llamar un VorTexto: un texto que, si no sorprende también a su autor, de una u otra manera, es un texto que en realidad no está vivo. Hay una especie de pérdida profesional del control, sinónimo de saber manejar el timón lo suficientemente bien como para soltarlo ocasionalmente sin perder el rumbo.
Traducción de Corina Oproae y Frances Simán
Mi pequeño doble
I
se echa a los dados a rodar por las calles estrechas
se les suelta como a unos toros
sus esquinas nos aplastan los postigos
el conocimiento es
una destilería en un cuarto con mapas
el güisqui de la mujer estilete
con centeno en el vaso
esta mujer es el cobre mismo
su pelo escalda
su pelo – filamentos incandescentes
y te dice así
lo sé me callo
porque rumias demasiado
porque hay que resucitar
el culto a la escapada en helicóptero
la mesa está llena
y delante yo
las líneas iguales la historia de áfrica
y de los continentes negros
laten justo sobre su contorno
y canto y tarareo
hombre de hierro fundido
tendido en el suelo
levántate
como un muerto con la frente hermosa
(ay cómo se arquea el arco
cómo se afila la ceja)
todo sucede en reservas de tilos
y las palabras ra-ta-tat-ra-ta-ta-tat
separadas en sílabas
como en una cubierta
sobre fondo rojo
ra-ta-ta-ra-ta-tara-ta-ta-tat
tarareo
hombre de hierro fundido
vapor frío
levántate
rocío tu hueso con café
te envuelvo en estaño
seamos uno y el mismo
es la invocación de la gota china
del pájaro carpintero cautivo
II
alma
dices alma y tocas el hueso ese plano
y te deslizas sobre el lago
dices alma
y te mueles como la piedra
como los posos en la taza te secas
el alma es una pastilla
una moneda adelgazada
y un caramelo de menta chupado
colocado en tu frente
es mirra
y metal frío
con las pinzas con el cincel he de estirar la línea
y decirte una vez más
tu nombre es tania
alma mujer
vapor que asfixia
III
sino cómo estaba yo
velando ante mi propia cama
cómo estaba yo sentado a mi lado
solo y encorvado
así
«alma he de decirte y cantarte»
voy a tomar mi laúd
voy a ponerme el turbante
enróscate y colócate
como una gasa
soy yo
y estas palabras
harán que las estaciones pasen ante mis ojos
y que las puntas de los zapatos brillen
cruzaré el puente como trainspotting
al final de película
y la cuerda vibrará
el café temblará en las tazas
el agua en los vasos de los pregoneros
(hay una cuerda pequeña en todo)
en el líquido más soso
en la taza más ínfima)
la danza estallará en el desierto afgano
los zaragüelles y los caftanes se rasgarán
los salvajes stepkozachok bailarán
en medio los conejos se pelearán
la prisa en la autopista y la oda a la manada de caballos
escribirá una vez sobre una cubierta burdeos
(se imprimirá la tinta
y el corazón del bizcocho se imprimirá)
el yo encontrado
y mira el coro de niños que abren la boca
como en la consulta del médico
como si la canción consistiera
tan solo en redondear los labios
la poesía es cuando te tomas una cerveza solo en casa
una tristeza de buen hombre un pedo
buscar yo también en el calendario azul
en las minúsculas letras bermellón
como el jabón agrietado
la página es un jardín de infancia
la página es una pequeña parcela
una plantación de manzanilla
inclina tu frente y husmea
rumia como un buey manso
IV
hip
un tipo distinto de sobresalto y te estremeces
cruzas la estratósfera
como un pájaro
con su pico hacia arriba
te salen arrugas como una caricatura en blanco y negro
envejeces
mira
las balas fundidas
las piedras en tu tarta de guindas
las del suelo, rojas como la sangre
“nosotros y nuestros deseos en este mundo”
sí
las letras deben caer
a después de a
hasta que la cascada
el efecto animado se forme
soy el trompo vivo que gira
giro tanto, tan rápido
que mi pequeño delantal se alza hasta la cintura
soy el patinador de la neurosis
el que recibe el latigazo de una toalla en la nuca
mientras otros son azotados
y luego el cielo y el sueño,
la palabra sueño,
el cigarrillo mentolado
y la ventana transitoria
es una tierra como la de un hombre dominical
la camisa de cuadros
de un adulto que se encierra
toma té con galletas
sus ganglios se inflaman rápidamente
V
ven, mi pequeño y frágil ser
grito en tu oído te canto
con una piedra cúbica quiebro tu ventana
en la calle antigua
pero tú no túno túno
respondes
es el estupor ebrio del contador y la locura del enano
por qué no lanzas un ataque con tus ejércitos
con antorchas impregnadas
percibo el salto de una clara de huevo a otra
la danza grácil del ausente
ni la ropa más abrigada
ni el abrigo de piel de la mujer regordeta
podrían tener botones como estos:
vidrio esmerilado,
piedra lisa.
no busco, palpo
al ciego con su perro rabioso
en la calle y en la tienda de comestibles,
en grandes cuartos fríos
cómo cuelgan secos los trozos de carne y la grasa de cerdo
cómo el domingo transcurre
la espada ardiente los parte en dos
ríndete al destello como el manso flash del
fotógrafo
(su nombre era juanito)
VI
ven, mi pequeño y frágil ser
escucha el blues melancólico
ven, mi pequeño y frágil ser, salta del tranvía.
te canto, me retraigo,
como el agua que se disipa en los desagües
como un viejo zorro
bajo la alfombra de hojas
por qué no escuchas
la flauta en los huecos del árbol
y la nota prolongada
te toco con mi dedo
eres un cielo raso